¿Se mide el éxito profesional por la extensión del itinerario académico? O, dicho de otro modo, ¿hay que estudiar mucho para tener éxito en la vida? Nuestra sociedad elitista intenta introducirnos esta idea desde nuestra más tierna infancia.
Condicionamiento escolar: manual de uso
Un programa escolar denso y teórico es por tanto inculcado muy pronto en el joven alumno, al que no se le da tiempo para que emerjan, y poder nutrir, sus propias aspiraciones. Al contrario, se lo menosprecia, explicándole, en la mayoría de los casos, que solo son utopías sin salida.
Después de la esterilización, cuando el formateado cerebral está bien avanzado y cuando se ha aniquilado todo germen contagioso de originalidad, se pide al niño que está acercándose a la adolescencia que escoja una pre-orientación. En el caso de muchos de ellos, los padres se encargan de tomar dicha decisión, pues creen dominar este asunto mejor que su prole, a la que juzgan inmadura. Se explica al niño que el trayecto será duro, que habrá que luchar y trabajar mucho para triunfar. Es entonces desprogramado y preparado para… olvidarse de sus aspiraciones.
A menudo, los padres ya han decidido por él su recorrido académico, ampliamente inspirado en los propios arrepentimientos y frustraciones. El alumno, que ha perdido pues todo deseo profundo, prosigue a veces la vía de los estudios: instituto, escuela superior, universidad… El programa puede ser largo, pero tiene la ventaja indiscutible de no llevar al cuestionamiento, y de aplazar la pregunta fundamental sofocada desde muy pronto: ¿Qué quiero hacer con mi vida?
Éxito y estudios
La experiencia lo ha probado ampliamente: tener éxito en la vida no guarda relación alguna con los estudios. Me he cruzado con muchas personas plenamente realizadas que se han construido a través de su fe y de sus pasiones. Me he cruzado con muchas otras que han estudiado tanto tiempo, que jamás osaron replantearse su trayectoria, y que ejercen actualmente una profesión que les ha agriado.
Gente instruida ha aprendido con éxito bellas teorías en grandes universidades y hoy no saben qué hacer con ellas. Muchos no osan reconsiderar su insatisfacción profesional, a menos que la vida les sitúe frente al choque violento e inevitable del burnout. Pocos de ellos se atreven a abandonar tardíamente una actividad, por ejemplo, de médico establecido, para satisfacer la pasión desde siempre reprimida de abrir un restaurante.
Por mi parte, cuando terminé la escuela obligatoria elegí aprender el oficio de electrónica, que me apasionaba. Mi formación profesional se terminó oficialmente ahí, a los 19 años, pero mi aprendizaje continúa aún hoy, y no he dejado de aprender de forma autodidacta, hasta este día, de todas las experiencias de mi vida. Ellas son mis mayores riquezas, aunque resulte imposible hacer que figuren en un currículo vitae.
85 % de insatisfacción profesional
Nuestras aspiraciones profundas son de una potencia inimaginable. La fe mueve montañas, lo sabemos, pero por ansia de control y de uniformidad, nuestra sociedad ha simplemente eutanasiado todo germen de pasión en lo más profundo de nosotros. Las escuelas tienen como objetivo hacer cada vez más densas las materias que enseñan, encadenando nuevos métodos pedagógicos, gratificando, así, principalmente, al ego de sus creadores. Y el ser humano que recorre estas carreras está cada vez más desorientado en el momento de iniciar su vida profesional.
No hago ahora un juicio, expongo únicamente un estado de situación. Enuncio evidencias que nadie puede contradecir. Sea cual sea la carrera universitaria que se emprenda, el resultado está ahí y las estadísticas lo confirman: más del 85% de la población activa decae profesionalmente.
Naturaleza autodidacta
Nunca es tarde para aprender. O mejor dicho, si el aprendizaje termina, morimos. La vida es un aprendizaje permanente y todos somos autodidactas por naturaleza. El niño aprende a caminar a través de sus propias experiencias, de sus caídas y de sus logros, pero nunca por una teoría enseñada o por una ayuda externa. Durante los primeros años de vida, experimenta y se construye de este modo. Pero muy pronto la sociedad se impone, pretendiendo saber lo que es bueno para él y lo que no lo es. El ser humano es profundamente autodidacta, toda su inteligencia se despliega cuando crea a través de sus propias experiencias, y no cuando aplica las teorías ajenas.
Experimentar la vida
No podemos comprender este mundo si no es a través de la experiencia, nunca a través de las teorías. Puedes estudiar toda la vida, que seguirás sin saber nada de lo que vive la persona en el umbral de la muerte. Puedes aprender en teoría lo que es una quemadura, pero nunca sabrás nada de ella hasta que no te quemes al menos una vez en tu vida. Decir a un niño que «no juegue con el fuego, porque es peligroso» es el mejor medio de motivarle a intentarlo. No se trata ahí de un espíritu de contradicción, sino de la necesidad natural de experimentar. Todos los grandes descubrimientos humanos se han hecho tras osar poner en entredicho los conocimientos y olvidar las teorías establecidas.
Introspección forzada
El mundo tan disperso en el que vivimos es finalmente una maravillosa oportunidad, ya que la ausencia de referencias nos obliga a cavar en lo más profundo de nosotros, para hallar ahí esos deseos infantiles de las que hemos huido tan profundamente. A veces hay que estar en la niebla más espesa para tener el valor de cuestionar cosas fundamentales, ya que cuando no tenemos el más mínimo punto de referencia a nuestro alrededor, no tenemos otra elección que dirigir nuestra mirada hacia el interior, ahí donde se encuentran nuestras verdades íntimas.
Hacer aflorar las aspiraciones profundas
Cada día nacen nuevos oficios, nuevas vías se abren en un mundo en constante mutación. Triunfar es afirmar nuestras aspiraciones profundas, es invertir nuestra fuerza vital en elecciones personales y auténticas. Triunfar no es llenarse la cabeza de palabras y experiencias ajenas. Triunfar no consiste en seguir caminos trillados o en venerar conceptos y teorías que pertenecen a un mundo ya pasado.
En conclusión
Tanto si has dedicado tu vida a los estudios, como si no tienes profesión y vives en un ciudad dormitorio de mala fama, busca dentro de ti, vuelve a tu infancia y recupera esas chispas que han sido apagadas, antes de que la sociedad te condicione para ser un arribista o un perdedor.
La trayectoria académica y los estudios no pueden ser un paso obligado, sino una vía que emane de nuestras aspiraciones profundas. Solo entonces puede brotar la realización personal.