Me gusta recorrer Facebook, que a mi modo de ver es un gigantesco observatorio del comportamiento humano. Me da la sensación de que encuentro cada vez más comeduras de coco y polémicas sin fin sobre temas recurrentes. En cierto modo me divierte y en cierto modo me entristece, también, observar cuánto se obstina el ser humano en imponer sus ideas preconcebidas, que toma por verdades universales.
Detesto la polémica, que a mi modo de ver no es sino una forma de manipulación mental mediante la que se pretende imponer y justificar el propio punto de vista, como si existiera una verdad absoluta. Por mi parte, aprecio la diversidad, que enriquece, que completa y que nos lleva a reconsiderar lo aprendido. Es sana y constructiva. Pero para un intercambio así, es necesario que esta disposición la compartan todos los interlocutores. Y, desgraciadamente, es muy raro poder vivir un intercambio de este tipo en internet, desde el mutuo respeto por las convicciones del otro.
¿Hay que recordar que existen tantos puntos de vista como seres humanos? He volado suficientes veces para ser consciente de que una escena puede ser percibida de forma muy diferente según si se la contempla desde el valle, desde la montaña o desde el cielo. Para reconstruir una imagen tridimensional de un objeto, resulta imperativo fotografiarlo bajo ángulos diferentes, y no es sino a través de la complementariedad de estas imágenes como podremos reconstruir el objeto de la forma más próxima a su realidad.
Debería ocurrir lo mismo en todos nuestros intercambios. La búsqueda de la diferencia solo puede hacernos crecer. En este sentido, me gusta conocer a seres diferentes con los que a veces no comparto más que unas pocas afinidades. No por ello les tengo menos estima y siento menos gratitud hacia ellos. Sus opiniones me interesan, mientras estas no se transformen en juicios inapelables. No es fácil, sin embargo, buscar la diversidad constructiva sin caer en la polémica estéril…