¿Qué significa hoy día ser responsable? Es un tema en verdad extenso…
El hecho de votar, de refugiarse tras la ley, y de dejar en manos de partidos políticos y religiosos nuestro propio poder no expresa necesariamente una actitud responsable. Responsabilidad no es sinónimo de respeto por una institución humana.
Responsabilidad = coherencia
Muchas personas pasan sus horas criticando el mundo en el que viven, alimentando casi todo el tiempo lo que juzgan y acusan. Criticar un periódico es fácil cuando se compra todos los domingos, pero sobre todo nada coherente. Lo mismo ocurre con numerosos programas de televisión que se critican, pero se siguen. Estos ejemplos de banalidad y contradicción se suceden en otros múltiples registros…
Ser responsable consiste, en primer lugar, en dejar de alimentar lo que desaprobamos. Solo entonces la responsabilidad es sinónimo de coherencia.
Si yo estoy en contra de la apertura de tiendas por la noche, no entro en ellas en esa franja horaria. Y, sin embargo, ¿cuántas personas opuestas a esta práctica se desplazan de todos modos hasta ellas, para luego poder criticarlas mejor? ¡Nuestros comportamientos son los únicos responsables de todo cuanto nos rodea! Ninguna tienda abrirá por la noche si no es frecuentada. Ningún periódico existirá si no es leído. Ningún programa de televisión será difundido si no consigue audiencia… Todo lo que nos rodea se limita a responder a nuestras demandas, y no al revés.
Nosotros «votamos» en cada momento con cada uno de nuestros actos, con cada una de nuestras decisiones. Votar no implica asistir a las urnas durante las grandes citas, sino manifestar, a través de la expresión de nuestras convicciones profundas, cada una de nuestras elecciones diarias.
Obligar o prohibir incentiva la irresponsabilidad
¿Las leyes hacen mejores a los hombres? ¿Los hacen más justos y más responsables? No lo creo. La mayor parte de ellas frustran, exoneran, apaciguan la conciencia y transforman al ser humano en un manso cordero, capaz de cualquier cosa cuando se ve avalado por la «Autoridad» ¿Acaso no son las guerras el ejemplo más ilustrativo de lo peor de todo esto? ¿Quién es el responsable de un genocidio? ¿El dirigente -cabeza de turco-, o cada una de las personas implicadas?
Entonces… Yo no te invito, por supuesto, a la anarquía, sino solo a escuchar tus propias leyes internas, aquellas que emanan de tu corazón, desde el respeto y el no-juicio, para luego aplicarlas en tu vida diaria.
No hagas nada porque «todo el mundo lo hace», hazlo porque se corresponda con tus aspiraciones profundas. Poco importan los demás… Empieza primero por ti mismo, por impregnar de coherencia cada uno de tus actos, cada uno de tus pensamientos. ¿No te gusta el frenesí de los regalos de la época navideña? No pases el tiempo en las tiendas, y no participarás del mismo.
No puedes cambiar a los demás o cambiar el mundo, y aún menos las leyes que este impone aunque puedan parecer muy justas. Eres responsable de ti y de todo lo que fluye desde tu persona. No menosprecies el lado «contagioso» de tu comportamiento. Es preferible incentivar a la gente que te rodea a través de tu ejemplo, aunque sea molesto, que pensar en cambiar el mundo imponiendo leyes, obligaciones y prohibiciones. No importa llevar a cabo grandes cosas. Ser responsable consiste en realizar cada una de nuestras tareas cotidianas con grandeza.
No hace falta esforzarse en querer cambiar o salvar el planeta. Antes que denigrar todo lo que no va bien (según tú) en los demás, empieza por ti mismo. Verás que es netamente más incómodo hacer limpieza en tu propia casa que criticar el supuesto desorden de tus vecinos.
Ser responsable
Ser responsable no es cumplir con una lista de obligaciones. Ser responsable es reconocer y asumir todas las implicaciones y consecuencias de nuestros actos y de nuestras decisiones en la escala del universo. Ser responsable es ser coherente en todos y cada uno de nuestros actos. Ser responsable es no comportarse nunca como víctima, acusando al otro de nuestra propia desgracia. Ser responsable es empezar por respetarse a sí mismo para poder respetar a otros. Así nace la verdadera responsabilidad, que no tiene absolutamente nada que ver con el sentido de la obligación, ni con el respeto ciego y sedante por una institución, un gobierno o una iglesia.
Solo hay una persona en el mundo a la que puedes cambiar, ¡y esa eres tú! Así pues, hazlo, como ser responsable de tus actos.