El deseo: una oportunidad de crecimiento

Aun cuando el deseo no sea la vía para la realización, no hay por qué convertirlo en enemigo. Muchos y muchas lo perciben como un obstáculo, olvidando, por desgracia, que cada obstáculo puede ser también un trampolín, al igual que la montaña erigida en aparente barrera puede ser un punto de apertura sin igual, cuando la aprehendemos desde su cima. Siempre parece más sabio cambiar nuestra mirada que luchar contra la naturaleza humana.

MontagnesSin lugar a dudas, el instante presente no puede ser vivido plenamente sino en ausencia del deseo, pero no basta, sin embargo, con rechazar el deseo para vivir el instante presente. Esta correlación un poco simplista e idealista lleva a menudo al ser humano a la frustración. Todo deseo reprimido puede transformarse en una verdadera bomba de relojería. Por ejemplo, el hecho de prohibirse el consumo de un alimento puede conducir a unas ganas totalmente irracionales, ya que la idea que nos hacemos, a base de suposiciones y de privaciones, se vuelve completamente desproporcionada, en comparación con el real placer que pueda procurar el consumo de ese alimento. Esto conlleva un alto riesgo de inestabilidad que puede conducir, a la persona que refrena sus deseos, a pasar de un comportamiento de extrema privación a lo opuesto, como por ejemplo, de la anorexia a la bulimia, o también de la abstinencia forzada a una sexualidad compulsiva, incluso marginal.

La mayoría de los deseos son el fruto de una restricción o de una prohibición que estimula el fantaseo. Por supuesto, no basta con tomar distancia del objeto de deseo, para dejar de estar sometidos a su influjo. Para ser trascendido, el deseo pide ser acogido sin juicio y sin culpa. No se trata de alimentarlo compulsivamente, sino solo de explorarlo con conciencia, sin reservas ligadas a nuestras múltiples creencias y condicionamientos, y en el respeto, claro está, hacia el otro. Al dejar de oponerle resistencia, termina naturalmente por calmarse y disolverse, una vez completada la experiencia.

En todo proceso personal, la ausencia de deseo no ha de ser un objetivo, sino la consecución de un trabajo de sanación y liberación. Cuando una parte del cuerpo siente dolor, no buscamos simplemente suprimir este, o amputar esa parte afectada, sino más bien curar la herida que lo originó. Es pues importante considerar el deseo como una oportunidad de crecimiento, un camino introspectivo, y no como un obstáculo para la propia realización.

Luchar contra uno mismo no ha llevado nunca a nadie a la realización personal.

Con el fin de evitar toda confusión, cuando hablamos de deseo:

  • Es importante recordar que el deseo se encuentra en todos los registros de la vida, y no únicamente en el plano sexual. Puede estar centrado también en lo material, el dinero, la ganancia, el éxito, el reconocimiento, el control, el poder, la espiritualidad…, tantas fuentes potenciales de decepción, cuando abrigamos expectativas acerca de ellas.

  • No hay que confundir “deseos” y “necesidades vitales”. Y es que nuestro cuerpo, para vivir, tiene necesidad de beber, comer, evacuar, hallar calor, refugiarse de las intemperies, protegerse de grandes peligros… La persona que no ha comido desde hace semanas experimenta una necesidad vital de alimentarse, mientras que aquella que sueña con un postre, al terminar de comer, es presa de una estimulación mental llamada “deseo”: ¡Cómo me gustaría saborear un tiramisú! Me imagino su textura en mi boca, su sabor, la sensación en el momento de tragarlo…Y termino por creer que tengo hambre. Hay, pues, que diferenciar muy bien entre “necesidad”, que es visceral, y “deseo”, que es cerebral.

Preguntas / respuestas:

… Donde ya no te sigo es cuando dices: “el instante presente solo puede ser plenamente vivido en la ausencia de deseo”. Creo, al contrario, que vivir plenamente nuestro deseo y abandonarnos a él es uno de esos privilegiados momentos de plena conciencia (ya sea durante la compra de un precioso par de zapatos, o en los brazos de un ser que te abra su alma y con el que puedas estar conectado)…

A mi modo de ver, el deseo solo existe en la proyección. Solo puedo desear algo (o a alguien) que no tengo, lo que me separa inevitablemente del momento presente. Si saboreo el par de zapatos o los brazos del ser amado (por retomar tus ejemplos), ya no estoy en el deseo, sino en la alegría del instante presente, aquí y ahora.


¿Deseo y atracción no son pues sinónimos para ti?

No, no para mí. A riesgo de repetirme, el deseo es una proyección mental que busca la obtención de lo que no se tiene. El diccionario Larousse da esta definición del mismo: “Acción de desear, de aspirar a tener, a obtener, a hacer alguna cosa”. Yo no puedo estar, evidentemente, en el instante presente cuando “aspiro a tener, a obtener…” La atracción es una llamada, una fuerza que actúa plenamente en el instante presente: La atracción lunar provoca las mareas. ¡Es una realidad! La atracción es una ley física totalmente independiente de nuestra voluntad y de nuestra mente.


Sin deseos, ¿se pueden seguir teniendo sueños?

Si me paseo por el bosque, soñando con un proyecto que deseo realizar, me pierdo todo lo que me rodea: la vida, la vegetación, la belleza del lugar, el canto de los pájaros…, y termino por volver de mi paseo sin recordar siquiera por dónde he pasado. El problema es que un número considerable de personas convierten su existencia en un sueño, y viven constantemente en la proyección de una felicidad ulterior, que por supuesto no llega nunca. Es un poco como el principio del asno y la zanahoria. Incluso el deseo del despertar espiritual es un sueño que nos aleja un poco más del instante presente.


¿No será “el despertar”, finalmente, esa ausencia de deseo…? Es decir, apreciar solo lo que está aquí ahora. Deseo lo que es.

Sí, sin duda. El despertar solo es posible en el instante presente, y en consecuencia, en la ausencia de deseo. Como expreso en este artículo, la trampa estaría en refrenar el deseo desde la ilusoria esperanza de conseguir el despertar. Ir conscientemente hasta el fin de nuestros deseos es una forma de liberarnos de ellos, pues, lo sabemos: Un deseo satisfecho ya no tiene el más mínimo interés, mientras que el deseo reprimido solo conduce a la frustración. “Lo que es” no puede ser deseado, solo saboreado.


El deseo es intrínseco al aliento vital del Hombre: si no hay más deseo, no hay más Vida.

Entonces, debo de estar muerto desde hace tiempo, a menos que no sea un “Hombre”. Bromas aparte, tu afirmación me hiela la sangre, pues condena fríamente al hombre a vivir como esclavo de sus deseos, a riesgo de dejar de existir. Respeto plenamente tu punto de vista, aun cuando no lo comparta en absoluto. Simplemente observo que el deseo estimulado y sostenido es la principal fuente de miseria en el ser humano. Cuando este decide existir a través del deseo, acumula expectativas insatisfechas que lo llevan de desengaño en desengaño, muy lejos del instante presente.


El deseo no es algo mental, sino visceral; el deseo no debe ser confundido con el objeto del deseo, que por su parte puede suscitar inquietud.

Si las necesidades vitales son viscerales, el deseo tiene carácter de proyección mental dirigida hacia el “el objeto”, apuntando a subsanar una carencia o una frustración. Para disociar bien los dos, basta con observar a una persona que duerme: Estando su mente en reposo, ya no tiene ningún deseo, mientras que sus necesidades vitales persisten durante el sueño (necesidad de aire para respirar, por ejemplo).


No puedo concebir aniquilar el deseo, pues este es espontáneo, no controlable, y está en la base de todo.

Pero yo no he hablado, en ningún momento, de “aniquilar” o “controlar” nuestros deseos. Hablo, al contrario, de la importancia de no rechazarlos y del beneficio de escucharlos, puesto que me parecen una excelente forma de acceder a nuestras heridas profundas. Paradójicamente, la persona que camina hacia el encuentro de sí misma se vuelve cada vez menos víctima de sus deseos, terminando estos por disolverse progresivamente en un sentimiento de plenitud. En este sentido veo el deseo como una oportunidad de crecimiento.


¿Y qué piensas, André, de la ausencia de deseo? Me refiero al deseo en general, hacia cualquier cosa o persona…

Si me preguntaras qué pienso acerca de la inmovilidad, no podría decirte gran cosa. En cambio, podría interesarme en saber si la inmovilidad está ligada a una incapacidad de movimiento (invalidez) o si es elegida para un fin meditativo, por ejemplo. En lo que respecta a la ausencia de deseo, es algo parecido. Puede revelar, tanto un estado depresivo, como un estado de profunda serenidad.


¿Es posible estimular el deseo o reencontrarlo cuando se tiene la sensación de haberlo perdido? ¡Es una sensación muy rara, que a veces me inquieta, y hace que me pregunte acerca de mi “normalidad”!

Sí, por supuesto, siempre es posible estimular el deseo, y la mente es especialista en ello. Entiendo bien que este estado pueda parecerte extraño, puesto que te coloca en situación de desfase, frente a la “normalidad” de una sociedad basada en el deseo de comprar, de consumir, de identificarse, de pertenecer… No seguir deseando viene a ser, en cierto modo, como cortar el cordón que nos une a ella y es natural que esta perspectiva pueda despertar en ti un temor al aislamiento. La disolución de los deseos puede compararse con una salida de la cárcel, con esa profunda sensación de libertad que la misma conlleva, por un lado, y con la aprensión de dejar un mundo confinado y aparentemente seguro, por el otro.