Todos llegamos a la vida dotados de atributos físicos que definen claramente nuestra identidad sexual. Sobre este punto, todo es muy simple, siendo cada ser humano masculino o femenino. Basándose en el principio de la reproducción animal, la sociedad ha determinado que solo una pareja hombre-mujer podía, de forma natural, tener relaciones sexuales; y las religiones han añadido su capa restrictiva, afirmando que dichas relaciones estaban autorizadas con el único y exclusivo fin de procrear, y condenando así toda forma de placer sexual.
Según esta lógica, la sexualidad humana se reduce al acto de procreación. Aprisionado por tantas restricciones sociales y religiosas, y condicionado de esta forma, el ser humano es sin duda el mamífero más agraviado y restringido en sus libertades sexuales. De ahí derivan todos los desvíos y formas de perversión que conocemos.
¡Haz el amor, y no la guerra!
Los poderes religiosos han impuesto su espíritu hostil a la alegría, reprimiendo así la sexualidad. Está claro que si autorizaran el placer sexual a sus adeptos, ya no podrían hacer de ellos unos mansos corderitos. Es imposible someter a una persona feliz a la servidumbre. Solo se puede imponer esta a los seres tristes e insatisfechos. Ahí está toda la sutilidad del tema. Una persona plenamente realizada es libre, y posee una independencia enteramente suya. No puedes reclutar hombres satisfechos, llenos de alegría, para mandarlos a la guerra. En cambio, aquel que ha reprimido su sexualidad está dispuesto a combatir, está lleno de rencor y de frustración, porque es incapaz de disfrutar de la vida. Incapaz de hacer algo bueno por sí mismo, puede dedicarse entonces a destruir.
¿Sexualidad = procreación?
Naturalmente, la sexualidad humana no se reduce a la reproducción. La sexualidad ofrece a los seres la posibilidad de compartir… con amor. Puede convertirse en una herramienta de crecimiento espiritual: El tantrismo lo enseña, por ejemplo. La sexualidad puede ser vivida tanto en femenino como en masculino: Poco importa desde el momento en que el amor y el respeto están presentes; y entonces, la sexualidad es la manifestación de ese amor. La sexualidad nos empuja a soltar, a entregarnos. Por un instante, el ego se disuelve, todos los miedos y heridas desaparecen, y los seres experimentan la fusión divina. La sexualidad es una ventana entreabierta a lo divino.
Femenino y masculino
Sabemos que cada ser humano, hombre o mujer, está animado por los dos polos de esa misma energía que emana de nosotros: lo femenino y lo masculino, el ying y el yang. Del mismo modo que el cerebro está dividido entre su hemisferio derecho, más bien femenino (sensibilidad, emociones), y su hemisferio izquierdo, más bien masculino (racional, lógica). Ya seamos hombre o mujer, estas dos energías se comparten y se completan en nosotros. Su equilibrio, sin embargo, varía de una persona a otra, y de forma totalmente independiente a nuestra identidad sexual física. Lo importante no es equilibrarlos en partes exactamente iguales, sino más bien favorecer una cohabitación armoniosa y complementaria.
En lo que a mí respecta, y como hombre que se encuentra a gusto en su piel, sé que mi parte femenina interior es dominante. Tengo pues una sensibilidad más femenina que masculina. Esta dominancia no se refleja obligatoriamente en nuestra virilidad o en nuestra femineidad exterior. Hablo aquí de lo que nos habita internamente. Todos hemos podido constatarlo: está el animal de corazón tierno, y la mujer “sargento”. ¿Hace falta matizar que nuestra apariencia física no es forzosamente el reflejo de aquello que nos inspira?
¿Podemos admitir que somos todos chispas divinas habitando en cuerpos humanos físicamente sexuados? Nuestra esencia, en la base, no es ni masculina ni femenina. En un mundo de dualidad, estamos divididos entre lo caliente y lo frío, la sombra y la luz, lo alto y lo bajo, lo masculino y lo femenino… Todas estas facetas no pueden existir en nosotros sin su opuesto, lo caliente no existe sin lo frío, la sombra no existe sin la luz, así como lo masculino no existe sin lo femenino. Forma parte de nuestra naturaleza humana. Es imperativo también reconocer estos dos polos en cada uno de nosotros, sin reprimir todo cuanto de ello pueda derivarse.
Orientación sexual
Nuestra atracción sexual no está pues condicionada únicamente por nuestros atributos físicos, sino más bien por la complejidad de nuestro ser, que no se reduce a un pene o a una vagina. También, me opongo firmemente a toda etiqueta o tipificación sexual: heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, asexualidad… Estoy además convencido de que estos no son más que moldes, y que nadie es enteramente heterosexual, homosexual o asexual, por retomar los extremos. Esta es una visión muy simplista. Una mayoría de seres humanos se ha preguntado, en algún momento, abiertamente o no, sobre sus inclinaciones. Raras son las personas que no han sentido nunca, en algún momento de su vida, un sentimiento turbador hacia otra persona del mismo sexo.
Desde muy joven, me ha atraído siempre tanto la belleza de algunas chicas, como la de algunos chicos. Esto me perturbaba mucho, pues tenía necesidad de sentirme seguro, de ser como todo el mundo. Con el tiempo, he comprendido que, en realidad, yo no quería ser como todo el mundo, sino como nuestra sociedad “biempensante” lo exigía. A lo largo de mi adolescencia, este cuestionamiento se hizo más intenso aún, por lo que urgió que yo supiera si era “verdadero” o “falso”, a saber: heterosexual u homosexual. Di, pues, secretamente el paso hacia el género masculino, sin dejar de sentirme atraído por las chicas. Descubrí, entonces, que el amor, la ternura y la sexualidad podían ser compartidas entre todos los seres humanos. Finalmente, no me sentía atraído hacia hombres o hacia mujeres, sino hacia seres humanos. Necesité tiempo para comprender que la unión sexual entre dos seres es totalmente natural, independientemente de los géneros, desde el momento en que es una manifestación amorosa recíproca, vivida en el respeto mutuo.
Sexualidad y amor: La forma y el contenido
Una vez más, el ser humano se agarra a la forma, más que al contenido: el amor. Este puede adoptar una infinidad de formas, y ello es igualmente válido en materia de sexualidad. En lugar de colocar el amor como prioridad, empezamos imponiendo la forma (dónde, cuándo, cómo, entre quienes…). Pero ninguna regla o manual de uso puede contener el amor. Los seres humanos “biempensantes”, y formateados en este sentido, aplican la sexualidad de forma tan condicionada que han olvidado su parte amorosa, que se ha esfumado desde hace tiempo… No hay entonces ni respeto, ni placer, sino solamente el cumplimiento de un deber sexual derivado de un compromiso para toda la vida: el matrimonio.
La homofobia
Los homófobos son, sin duda, hoy día, los seres más sexualmente frustrados que existen. Dominados por los miedos que han inculcado las religiones, rechazan consciente o inconscientemente el hecho de que no son nunca, globalmente, 100 % masculinos o 100% femeninos. Los homófobos viven pues en la negación profunda de su verdadera naturaleza; y es que es a menudo más fácil luchar contra lo que tememos, que reconocerlo en nosotros. La iglesia católica, que supera todos los records en materia de homofobia y de intolerancia, ¿no es acaso uno de los grandes semilleros de pedófilos? La frustración está en el origen de todas las desviaciones.
Manifestar el amor mejor que militar por la forma
No es militando como se recoge la aprobación de otros. En realidad, solo podemos militar por una etiqueta. Provocar, en materia de sexualidad, no atrae ningún reconocimiento. Un orgullo gay, o cualquier manifestación similar, solo es una grosera caricatura, sin relación alguna con el amor que pueda ser compartido entre dos hombres o entre dos mujeres. Este tipo de manifestación carnavalesca no defiende ninguna causa, como no sea la de la homofobia, que se inspira en aquella para definir la homosexualidad con clichés. Antes que travestirse y desfilar en tales ocasiones, esas mismas personas podrían elegir manifestar su amor, libre y abiertamente, en lo cotidiano, en cada instante. Entonces, la mayoría de personas que les juzgan descubrirían que el amor entre dos seres es plenamente natural. No verían entonces a dos personas del mismo sexo, provocando y exhibiéndose, sino a dos seres que se aman, simplemente. ¿Te has dado cuenta de la belleza que desprenden dos seres que se aman? A buen seguro, la forma se difumina rápidamente con la intensidad del amor.
Esconderse no es nunca una solución, sino una fuga. Así pues, haz de tu diferencia un regalo para la humanidad. Vosotros, que amáis más allá de la norma social, osad desde ahora afirmarla, dejando simplemente de esconderos, viviendo vuestro amor a la luz del día. Defenderéis mucho más que una causa personal, puesto que demostraréis, pacíficamente, que el amor no está limitado por las formas. Quienes puedan juzgaros o rechazaros están instalados en sus heridas y en sus creencias, pero eso, a vosotros, ya no os compete.
Amar, sea cual sea nuestra orientación
Por mis actividades, he frecuentado a numerosas personas de todas las clases sociales, en todas las etapas de la vida; y cuando hemos abordado el tema de la sexualidad, raras son las que han afirmado no haber experimentado nunca atracción hacia una persona del mismo sexo. He conocido a numerosos padres casados aguijoneados por algunas fantasías masculinas, así como a numerosas mujeres, madres de familia, atraídas por otras mujeres de su entorno. Y en la mayoría de los casos, arrastran sus frustraciones desde la infancia, sin haberse atrevido nunca a dar el paso. Yo no milito, pues, por el reconocimiento de la homosexualidad, sino que defiendo la libre manifestación del amor entre todos los seres humanos.
Del mismo modo, no puedo sino animar a cada ser a explorar “su” sexualidad, libremente, abiertamente, Desde el amor y el respeto. Esto no puede sino disminuir de forma notable todas las desviaciones y formas de perversión conocidas. No cabe duda de que si ciertos curas se sintieran realizados sexualmente, se inclinarían menos hacia determinadas prácticas. Un cura católico me decía recientemente: “La cuestión no es saber si algunos curas tienen una vida sexual, sino más bien saber cómo la mayoría de nosotros la asume secretamente. Los obispos son muy conscientes de ello, pero cierran los ojos, mientras esto siga oculto”. ¡Cuánta hipocresía!
Si también tú te encuentras, como yo me encontré, ante esta duda y esta necesidad de tipificar tu orientación sexual, empieza por olvidar todas las etiquetas. ¿Qué necesidad tienes de encerrarte en pertenencias políticas, religiosas o sexuales? Tú eres mucho más que un socialista, un cristiano, un heterosexual o un homosexual. Eres un ser humano sexuado, capaz de experimentar el amor, y de manifestarlo sin restricción de forma.
¿Lo sabías?
Queda aún camino hacia la apertura… He aquí algunas cifras, para concluir:
- Todas las orientaciones sexuales “fuera de la norma” han sido consideradas durante mucho tiempo como enfermizas por la medicina y la sicología tradicional. Ha habido que esperar hasta 1931 para que Magnus Hischfeld intentara demostrar que la orientación sexual era innata y no se podía modificar. Las mentalidades han tardado mucho tiempo en evolucionar para aceptar la evidencia, y no ha sido hasta 1985 cuando la homosexualidad ha sido retirada del manual de diagnóstico y estadística de las enfermedades mentales.
- Los adolescentes que experimentan atracciones “fuera de lo normal” se encuentran, muy a menudo, aislados, y en la imposibilidad de hablar de ello en su entorno próximo. Esto desemboca en una tasa de suicidio siete veces más elevada que la media.
- La homosexualidad es ilegal y está penada en 90 países, ocho de los cuales aplican aún la pena de muerte por esa razón. Se trata de Irán, Afganistán, Mauritania, Sudán, Nigeria, Yemen, Pakistán y Arabia Saudita, país que procede mediante la decapitación con sable.
- El 13 de julio de 2005, en Nigeria, dos hombres presuntamente homosexuales fueron condenados a muerte por lapidación, por la corte islámica de Katsina, en el norte del país.
- El 19 de julio de 2005, en Irán, dos adolescentes de 16 y 18 años, habiendo tenido relaciones homosexuales, fueron ahorcados en plaza pública.