La perfección en sí lo habita todo: cada cosa y cada ser viviente de este mundo. Por mi parte, intento percibir en mi vida cotidiana el sentido de todo lo que me rodea, asumiendo que incluso lo más aparentemente absurdo, y hasta indignante, posee un sentido, un significado: algo que aportarme y que aportar al mundo.
A pesar de toda la incomprensión reinante, estoy persuadido de que un orden perfecto rige el universo.
Es importante, no obstante, no dejarse adormecer por la ilusión de haber alcanzado la perfección, según nuestros criterios terrestres. Efectivamente, muchos creen tener todo arreglado (como un ideal espiritual) y haberse liberado pues de todos los fardos. ¡Qué bella ilusión! Es importante reconocer nuestra condición humana, aceptar nuestras heridas y nuestros miedos, sin identificarnos con ellos como si fueran grilletes, sino más bien regalos que nos invitan a crecer.
Está muy extendida la creencia de que para enseñar hay que estar totalmente liberado de toda traba, encarnando de alguna forma la perfección. Algunos pretenden incluso haber alcanzado la realización en este plano terrestre. Es frecuente que a mí se me acorde esa perfección encarnada. Mi recorrido despierta a veces dicha creencia entre las personas con las que me relaciono.
Desengáñate, no estoy ni por delante, ni por detrás de nadie, estoy simplemente en mi camino. Me considero un ser que viaja con su mochila en busca de un ideal al que quiere aproximarse. Si hubiera alcanzado el fin último, sin duda, no estaría aquí para hablar de él.
«Enseñas mejor aquello que más necesitas aprender», escribía Richard Bach en «Ilusiones». Esta frase tiene para mí un significado muy elevado. Mi mochila se hace más ligera cada vez que enseño el Reiki. Es así como recibo, dando.
Como habrás comprendido, los participantes de mis cursos me aportan tanto como yo les aporto a ellos, y esta fuente de intercambio nos hace crecer a todos, en nuestros respectivos caminos, de ahí mi agradecimiento por estar enseñando Reiki.
No obstante, si alguien afirma que lo tiene todo superado, y pretende poder enseñarte lo absoluto, te invito a que huyas corriendo, lo más aprisa que puedas. Dar crédito a esas palabras es alimentar el ego del interlocutor y dejarse atrapar en un juego de poder de lo más peligroso.
La perfección de nuestra esencia habita nuestras imperfecciones terrestres, que son fuentes de crecimiento. No luches pues contra la parte de ti que obstaculiza tu camino, ya que no harías sino luchar contra ti mismo. Alcanzar la perfección en esta tierra puede ser un objetivo, pero pretender haberla alcanzado no es sino pura ilusión, que no tardará en volverse decepción.
Aceptar y reconocer que no podemos comprender la perfección de todo cuanto nos rodea no es cosa fácil. Sin duda, hace falta mucha humildad y sabiduría para aceptar lo inaceptable, lo incomprensible, lo que en apariencia se nos escapa. La mejor forma de conseguirlo, o de acercarnos, consiste en contemplar los sucesos próximos o lejanos con distanciamiento, para así constatar que cada uno de ellos ha dado sus frutos, y que se inscriben en una lógica universal.
Depende únicamente de nosotros elegir entre nutrirlo todo de un sentimiento de injusticia y juzgarlo, o por el contrario, acoger la perfección en cada cosa, cada ser y cada situación, para hacer de ella una maravillosa oportunidad de crecimiento.
Tú decides…