Siempre me sorprende observar al ser humano en su tendencia compulsiva por fijar y etiquetar cada camino, cada vía que se abre:
No puede pensar sin adherirse a una corriente filosófica.
No puede rezar sin colgarse una etiqueta religiosa.
No puede contemplar un ideal sin vincularlo a un partido político.
Así, se encierra en cada camino que toma, apartándose del objetivo inicialmente buscado.
Al igual que el coleccionista pincha, tristemente, cadáveres sobre su plancha, todo lo que el hombre aprisiona, politiza y dogmatiza termina irremediablemente por hacerle perder su alma.
La mariposa solo es bella en su efímera danza. Todo lo bello es único, y jamás perdura, pues no podemos capturar la vida.
Cuando el ser humano deja de agarrarse al camino, da grandes pasos…