¿De qué sirve romperse la cabeza por todo y por nada? A través de la hiperactividad mental, el ser humano se pierde en sus reflexiones, nutridas de suposiciones y juicios, para acabar ahogándose en ellas. Así, tiene opiniones acerca de todo, incluso de lo que no conoce y de lo que nunca ha experimentado. Se regodea en las teorías y alimenta su vida de ideas preconcebidas, que enarbola como verdades universales. A juzgar por sus palabras, su “sentido común” debería permitirle arreglar todos los problemas del universo, porque, por supuesto, él es el único que ha entendido todo. Con tantos supuestos genios, cabría preguntarse: ¿por qué el mundo va tan mal?
Fíate de mi experiencia: la comedura de coco es comparable a un ordenador equipado con el sistema operativo de Microsoft, el cual, a menudo, sigue “procesando” él solo, monopolizando todos los recursos, sin haber sido siquiera requerido por el usuario. Facebook (y, más ampliamente, internet) es un fantástico laboratorio de experimentación, donde los comecocos se propagan como autentico caldo de cultivo. Cualquier tema sirve de excusa para la polémica, y no es extraño encontrar algunos especialistas que exhiben, por sí solos, magistrales comeduras de coco. Por supuesto… ¡Veamos esto con mucho sentido del humor!
El egocentrismo de esas personas rara vez es compatible con el de sus congéneres, por lo cual, a menudo suelen saltar chispas entre ellos. Cuánta energía desperdiciada en querer cortocircuitar las ideas ajenas para imponer las propias verdades prefabricadas… Algunas personas son tan adictas a las comeduras de coco, que viven en permanente contradicción con todo lo que viene de fuera. Ese espíritu guerrero, alimentado de justificaciones y argumentaciones fáciles, no es un modo de funcionamiento que a mí me convenza. No poseo verdades sobre nada. ¿Quién sería yo para imponer mi punto de vista, que no es sino uno más entre tantos otros? Lo que significa, también, que no ofrezco interés alguno para los polemizadores, por cuanto no estoy predispuesto a alimentar un debate estéril que caliente los ánimos.
El conflicto de opiniones solo lleva al naufragio, dado que cada uno se pierde en sus palabras y en su argumentación, apartándose de la esencia misma del tema abordado. La masturbación mental no es lo mío. La humildad debería recordarnos que cada ser observa el mundo desde un emplazamiento único, que es el suyo propio. Una montaña adquiere formas y colores muy distintos según sea nuestro ángulo de visión, hasta el punto de que dos observadores pueden tener la impresión de estar describiendo un espacio diferente, cuando lo cierto es que se trata de una misma realidad. Un punto de vista divergente debería ser, pues, un enriquecimiento mutuo, ya que aporta una mirada nueva que suele ser complementaria, y rara vez contradictoria.
De hecho, yo nunca tengo razón; tengo solamente mi razón, y no busco imponerla, solo compartirla con aquellos y aquellas que lo deseen, desde un anhelo de complementación. ¡Toma lo que te guste! Pero si de mí esperas alguna comedura de coco, entonces, sigue tu camino, a riesgo de decepcionarte por no encontrar más que puertas abiertas…
La paz interior alumbra nuestras dudas, mudándolas en evidencias. Para llegar a ella, es responsabilidad de cada uno amaestrar el silencio interior.