Cuanto más avanzo en la vida, más anida la palabra simplicidad en mis actos cotidianos y en mis enseñanzas. La simplicidad siempre ha sido la clave de mis desafíos. Por falta de espacio o por impedimentos técnicos, a menudo he tenido que buscar la eficacia en la sobriedad, y ello me ha ayudado a comprender que las soluciones eficaces eran siempre las más simples.
La felicidad está en la simplicidad, y la vida es simple, ¡pese a lo que podamos creer! Aun cuando esta afirmación pueda desestabilizar a mucha gente, pienso que la ilusión de la complicación es solo la señal de que nos hemos perdido en algún punto de nuestro camino…
Las ganas crean la necesidad, y la necesidad crea las ganas
La vida no es complicada en sus fundamentos. La complicación sobreviene cuando dejamos que nos arrastre un sistema de valores falseado por una sociedad esclerótica que preconiza el culto al dinero, a los bienes materiales y a las apariencias fútiles. Hoy, la neta mayoría de gente sueña con ser rico, con poseer lo que no tiene y con ganar la lotería. Esto demuestra cuán grande es la ilusión de que lo material es la clave de la felicidad. Para acceder a su fantasía, el ser humano debe, por supuesto, trabajar duramente, competir y perderse en lo que se convierte para él en la ilusión de una obligación. Entonces, todo parece complicarse. Y de ilusión en ilusión, la vida parece, de repente, una gran maraña que pareciera desembocar en callejones sin salida. Y entonces, olvida cuán simple puede ser todo, si osa reconsiderar sinceramente la naturaleza de sus necesidades fundamentales.
Agitación frenética
La complicación es el fruto de nuestra mente hiperactiva. La mayoría de gente ha olvidado por qué corren así de desordenada y frenéticamente en todas direcciones, hacia una felicidad que se les escapa. Si todo el mundo lo hace, debe haber una buena razón, pero, ¿cuál? Osar poner en tela de juicio nuestras creencias es un arduo trabajo, en un mundo en el que se ve como “considerado” y “honroso” trabajar mucho y convencernos de que no hay otra elección. Pero, ¿son realmente nuestros bienes tan necesarios? ¿No están muchas veces ahí como pretextos para huir, para impedirnos encontrar lo esencial? Para muchos, es netamente más fácil aletargarse tras la última consola de juegos que ha salido al mercado, que quedarse solos una hora para meditar sobre ellos mismos. Todos estos pequeños lujos materiales se han hecho indispensables y nos aportan la ilusión, mejor que ninguna otra cosa, de escapar a nosotros mismos.
Vuelta a la simplicidad
Hay que reconocer que al principio, es más bien incómodo encontrarse solo con uno mismo y preguntarse honestamente qué es en verdad la felicidad. Las respuestas a menudo son molestas y llevan a grandes replanteamientos. ¿Tengo necesidad de una gran casa, de un título prestigioso, de un reconocimiento profesional, de un coche lujoso, de ropa de marca o de vacaciones en la otra punta del mundo para sentir que soy alguien de bien? ¿O puedo simplemente ser rico en mis propios valores? ¿Cuáles son estos? Si tenemos la humildad de examinarnos a nosotros mismos, esta cadena de reflexiones llevará inevitablemente a observar nuestros apegos, y si lo decidimos, a liberarlos, para iniciar nuestro regreso a la simplicidad.
Si no estás en la simplicidad, es que te has perdido en alguna parte de tu vida. Empieza por apagar el televisor, por ignorar los periódicos y los medios de comunicación en general, por emprender un trabajo de introspección, por poner en tela de juicio todas las ideas preconcebidas, es decir, casi todas. Acepta, en un primer momento, la incomodidad del proceso y osa también examinar todas tus creencias. Muchas personas estarán ahí para culparte o calificarte de egoísta, pero no te dejes desestabilizar y prosigue esta búsqueda personal de tu verdad interior, osando reconsiderar todos los aspectos de tu vida. Constatarás de pronto que, al abordar los temas fundamentales de nuestra existencia, todo se simplifica.
¡Sonríe!
Alguien que en la calle sonría sin motivo aparente es a menudo considerado como un simple en el sentido más peyorativo del término. Sonreír sin razón crea malestar en nuestra sociedad, ¿te has dado cuenta? Intenta pasearte por la ciudad sonriendo a los desconocidos que pasan. Verás como la mayoría desvía la mirada para evitarte, pensando que te falta un tornillo o que eres peligroso. Estar triste e infeliz, en cambio, no inquietará a nadie, es algo banal; pero una persona que sonríe, simplemente, sin razón aparente, molesta e inquieta. Y sin embargo, la risa es natural en el niño, que sabe manifestar su alegría espontáneamente, sin depender de nadie. Así pues, sé simple, desbloquéate, no censures tu alegría y déjala que se exprese, deja de tomarte en serio y de considerarte a ti mismo con gravedad o complicación, ¡y sonríe! La autoburla es un camino hacia la simplicidad.
Simplicidad = felicidad
¿Piensas que las personas que viven una vida sencilla son menos felices que las de la clase acomodada de nuestra sociedad? La verdadera riqueza no está en nuestra cuenta bancaria, está en otro sitio, en nuestros corazones, en lo que brilla en nosotros. ¿Te has preguntado qué brilla en ti? No hablo de la apariencia externa. Ningún lifting, ninguna vestimenta, ningún coche ni ningún lujo encenderán nunca esa pequeña llama. Solo lo esencial puede hacerla brillar, incluso en la más completa desposesión.
No estoy en contra de lo material, del dinero, del matrimonio o de las religiones. Estoy en contra de la idea de que son una etapa obligatoria hacia la felicidad. Cuando es así, la vida pierde toda su simplicidad y la pequeña llama se apaga irremediablemente.
La vía de la simplicidad
El ser humano se cree superior al animal. Pero, ¿conoces algún animal que haya hecho más estragos que el ser humano en esta tierra? En términos de capacidad de destrucción, sin lugar a dudas el humano sobrepasa por sí solo a todo el reino animal, que debería ser tomado como ejemplo mucho más a menudo de lo que lo hacemos. El animal vive de forma simple y nunca es infeliz, salvo si el hombre condiciona su vida. El animal no juzga, y se ciñe siempre a lo esencial, no porque sea erróneamente considerado inferior al hombre, sino porque queda conectado permanentemente a los valores esenciales de su existencia. El animal no se preocupa por sus arrugas, por su edad o por la muerte, vive cada instante, en el presente, en la simplicidad de la vida.
Observa la naturaleza que te rodea: todo es simple. Es un equilibrio maravilloso que no depende de ninguna presencia humana. Lo que el hombre bautiza como “catastrófico” solo es un movimiento de la naturaleza que termina siempre por recuperarse y hallar un nuevo equilibrio. El hombre ha aparecido en la última porción de la historia de la tierra, no habiéndose esta portado tan bien como antes de nuestra llegada.
Sigues pudiendo elegir entre comportarte como víctima y encontrar el mundo complicado, o reconsiderar tu vida y volver a lo esencial, a la simplicidad.
La simplicidad es el cimiento de la vida.